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Las lecturas de este domingo nos muestran cómo Dios llama a las personas para cumplir su misión. En la primera lectura, el profeta Isaías tiene una visión del Señor y, al sentirse indigno, Dios lo purifica y lo envía a anunciar su palabra. Su respuesta es generosa: “Aquí estoy, mándame”.
El salmo nos invita a alabar a Dios con alegría, porque su amor y fidelidad nunca fallan.
San Pablo, en su carta a los Corintios, recuerda la esencia del Evangelio: Cristo murió y resucitó por nosotros. Él mismo, a pesar de haber perseguido a los cristianos, fue transformado por la gracia de Dios y enviado a predicar.
En el Evangelio, Jesús llama a Pedro y a sus compañeros a seguirlo. Dejan todo atrás y confían en Él. Así nos invita también a nosotros: a confiar, a seguirlo y a anunciar su amor con nuestra vida.